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Narracción que viene de sitio anterior:
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Había puesto los ojos en la joven un apuesto mancebo, gentilhombre de la ciudad, el cual andaba mucho por el campo, y fogosamente la amaba. Ella, muy orgullosa de que la amase tan buen mozo, procuraba conservar su amor poniéndole buena cara y acabó enamorándose también. Muchas veces por gusto de ambas partes, tal amor hubiese tenido efecto, si no fuese porque Pinuccio, que así se llamaba el joven, quería atender a su honor y el de su amada. Pero, multiplicándose su ardor día a día, le vino a Pinuccio deseo de yacer con ella y ocurriósele intentar alojarse en casa de su padre, ya que, por conocer la disposición de la casa, imaginaba poder hacerlo sin que nadie lo advirtiera. Y cuando esto le vino al ánimo, sin tardanza lo puso en efecto. Y con un compañero de confianza llamado Adrián, que sabía de ese amor, alquiñó una tarde dos rocines, púsoles encima dos maletas, quizá llenas de paja, y a caballo llegaron al Mugnone ya de noche. Volvieron grupas como si tornasen de la Romaña, y hacia la casa del buen hombre fueron y a ella llamaron. Él, que a los dos los conocía mucho, les abrió en seguida, y Pinuccio le dijo:
- Tendrás que alojarnos esta noche. Creíamos poder llegar a Florencia a tiempo, y hemos calculado tan mal que ya ves la hora a que llegamos.
A lo que el huésped repuso:
- Ya ves, Pinuccio, que a hombres como vosotros me agrada albergarlos y, pues esta hora os ha cogido y no hay otro lugar adonde ir, de buen grado os recibiré.
Se apearon los dos jovenes y entraron en la venta, y primero dieron pienso a sus rocines y luego, como habían llevado cena, comieron con el huésped.
No tenía éste más que una habitación pequeña, con tres reducidos lechos puestos lo mejor que había sabido, ésto es, dos apoyados en paredes fronteras y uno frente a los otros dos, con lo que quedaba un angosto espacio para pasar. De aquellos tres lechos mondó el hombre aderezar el menos malo para los jóvenes y les hizo acostar. Y después de un tiempo, despiertos ellos todavía aunque fingieran dormir, mandó el huésped a su hija a acostarse en otro de los dos lechos y él, y su mujer en el tercero; y puso la mujer junto a su cama la cuna del niño.
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Continúa aquí...
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